Un rugir en la noche

Las llamas de una viva fogata iluminaban la silueta de Alexander quien se sentaba sobre una roca contemplándola. Sus alas lo envolvían refugiandolo de la fría brisa del lugar mientras el demonio intentaba caer en los brazos de Morfeo pero algo se lo impedía. A su lado, una rudimentaria olla de cobre permanecía vacía. Nunca se había llenado. En las horas que el demonio había pasado intentando conseguir una cena lo máximo que había conseguido eran un manojo de bayas que apenas conseguirían saciar a un ratón.

-Que hambre tengo... -Se lamentaba el demonio abrazando su vientre desnudo. Con una curiosa conveniencia su estomago pareció responderle rugiendo furioso como si le estuviera echando la culpa por no haberle alimentado -Debí haber comprado aquellas papas en el mercado, maldito orgullo -El muchacho agachó su cabeza cerrando los ojos arrepentido. Al menos hoy había aprendido una buena lección, ser un buen cazador no siempre te garantiza una presa suculenta.

se encontraba caminando por el valle acababa de aterrizar, y necesitaba descansar de su forma draconica, se acerca a una luz que ve, aun cautelosa porque podria ser un enemigo
[/b]buenas nochesdijo acercandose para observar al demonio cuando escucha a su estomago rugir, no puede aguantar y se hecha a reir

Disculpa no debi reirme, por aqui no se consigue mucho para cazar.... Por cierto soy Safira
extiende su mano para que el demonio la estreche

Alexander torció el gesto pero no se enfadó con la recién llegada. Si bien es cierto que su risa no le agradó demasiado vio en su compañía algo valioso, estar con ella quizás le ayudaría a olvidarse del hambre que tenía.

-Mi nombre es Alexander pero puedes llamarme simplemente Alex -El demonio estiró su mano y estrechó la que la dama le ofrecía -¿Que le trae a una señorita tan elegante como usted a un paraje tan apartado? -Mirandola de arriba a abajo Alexander se dio cuenta de que estos deshabitados valles no eran el lugar habitual de una mujer refinada como parecía ésta.

-No puedo decir que mis modales o mi educación sean mis puntos fuertes pero si algo tengo es honor. No podría hacerle nada malo después de haberme ayudado aunque... quizás si que podría matarla antes de que me preste ayuda y así puedo robarle los emparedados -El demonio miró fijamente a los ojos de Safira pero no pudo contener su risa por mas de unos segundos y acabo riendo a carcajada limpia -No se crea todo lo que cuentan sobre los demonios. Yo no soy una bestia sedienta de sangre, puede confiar en que no le haré ningún daño -Alexander le sonrió cordialmente esperando que la broma no le hubiera molestado demasiado.

Agarró el demonio el emparedado que le ofrecía la dragona realizando una pequeña reverencia educada con su cabeza. Su hambre fue tal que ni se preocupó en comprobar de que era el emparedado, él solo se abalanzó sobre el para devorarlo con tanta pasión que bien parecía que temiera que la muchacha se arrepintiera y se lo fuera arrebatar. Si no fuera porque Safira le formuló una pregunta, el emparedado le habría durado menos de cinco segundos en las manos.

-¿De mi? -Alexander se rascó la cabeza unos segundos no sabiendo ni por donde empezar a contestar esa pregunta -Hmm yo solo soy un demonio solitario. Vivo de lo que la naturaleza me da. Procuro no hacer daño ni que me lo hagan pero acaba siendo inevitable cuando lo que esta en juego es tu supervivencia. En fin, la gente de las aldeas piensa que soy extraño y huraño pero... la verdad es que nunca nadie intentó conocerme -Se encogió de hombros y aprovechó esa pausa para darle el ultimo bocado a su cena -La gente suele tener prejuicios. Me alegro de que usted no juzgue las cosas por la cubierta -Le sonrió con agrado. Aunque su encuentro hubiera sido tan extraño, esta tal Safira empezaba a caerle en gracia.

Alexander tomó la botella de las manos de Safira y tras darle un largo sorbo se la devolvió -Tu padre te enseño unos buenos valores aunque lo hiciera de forma extraña -Rió divertido por la propia expresión que había usado la dragona. Le costaba imaginar a que podía referirse con eso pero sin duda era curioso que la propia muchacha pensara que era extraño -Mi padre nunca me enseñó nada, de hecho, la vez que mas unidos hemos estado fue cuando me agarró para meterme en el saco en el que pretendía ahogarme -Alexander sonrió con resignación, a estas alturas de su vida ese momento ya no le daba pena alguna -En fin, tampoco creo que la educación que pudiera haberme ofrecido fuera mejor a la que he acabado teniendo.

-No lo lamentes, yo ya no lo hago. Sé que sin mis padres soy mucho mas feliz que con ellos, al fin y al cabo, ¿para que iba a querer estar con quien no me quiere? -El demonio se encogió de hombros aunque tenía muy claro que no hacia falta decir respuesta alguna. Quizás el intento de asesinato que sufrió fuera traumatico pero sus consecuencias le habían traído mas bien que mal o al menos, eso es lo que él pensaba.

-Por cierto, gracias por la comida. Con el hambre que tenía no creo que hubiera sido capaz de dormirme -Se rió recordando lo mal que lo había pasado hacia escasos minutos y como esta generosa dragona le había sacado del apuro -Hablando de dormir... ya es tarde y no hay nada cerca de aquí ¿donde piensa descansar? -Alexander tenía una tienda de campaña desplegada justo detrás de él y sin duda no tendría el menor problema en compartirla con la muchacha si fuera necesario pero no acababa estar convencido de que alguien tan refinado como ella pudiera sentirse cómoda en un sitio así.

-No es que quiera dudar de tus habilidades como dragona pero... ¿no crees que volar en la oscuridad de la noche es algo peligroso? Yo una vez acabé estampado contra un roble y casi me mato ...y eso que me iba alumbrando el camino con bolas de fuego -El demonio rió recordando esa anécdota pero desde luego no deseaba que le volviera a ocurrir ni a él ni a la hermosa dragona que tenía delante -Volar en la noche es cosa de murciélagos y lechuzas. ¿Porque no te quedas aquí? Mi tienda no será tan cómoda como tu casa pero es mejor que acabar golpeándose con un árbol. Ademas, no me sería ninguna molestia invitarte así quizás podría recompensarte por haberme dado de comer -Alexander intentó enseñar la mejor de sus sonrisas para convencer a la dragona pero se le notaba poco confiado. Incluso a él le parecía que su humilde tienda era poco para una dama tan elegante y refinada.

Le resultó bastante sorprendente que al final la dragona decidiera aceptar su ofrecimiento pero sin duda se alegraba de ello. No llevaban mas de unos minutos juntos pero ya habían sido los suficientes como para que Alexander se diera cuenta de lo valiosa que era la compañía de la muchacha. Ella era simpática, humilde y también agradecida quizás demasiado -No tienes porque agradecérmelo Safira, tu fuiste la primera en ayudarme cuando viste que tenía hambre -El demonio se dio unos golpecitos en el vientre ilustrando su bienestar ahora que el emparedado de Safira le había saciado -Aunque... agradezco que me digas tierno. No suelo recibir ese adjetivo normalmente -Rió divertido.

-La practica hace al maestro, nadie nació siendo el mas poderoso -Contestó Alexander intentando reconfortar a la muchacha -Aun así, sé lo duro que pueden ser un día de entrenamiento. Volar es una de las actividades mas cansadas que existen, lo sé de primera mano. Cuando llevo mucho rato volando los músculos de la espalda se me tensan, en especial en los hombros -El demonio se acarició el hombro izquierdo rememorando esa incomoda sensación -¿A ti te pasa igual Safira?

La respuesta de la dragona provocó una sonrisa maliciosa en el rostro del demonio. Safira le había dado una idea y a la vez un motivo para llevarla a cabo. Sin que la dragona se diera cuenta Alexander se acercó a ella por la espalda y posó sus manos sobre sus hombros -No hay nada mejor que un buen masaje después de un duro entrenamiento -Susurró en su oído en un tono pretendidamente relajante -Las caricias se llevan el dolor y también las preocupaciones -El demonio apretó los hombros de la muchacha empezando con su masaje. Sus manos cálidas de demonio de fuego sin duda ayudarían a la Safira a sentirse mejor.

Alexander resopló fastidiado con la intromisión de un muchacho rubio que interrumpió el masaje que le daba a la dragona y apagó el fuego que les daba calor para esta fría noche. El demonio flamígero se interpuso entre la dama y el hombre de hielo con gesto de poco agrado.
-Tendrá que ofrecerme algo diferente si es que quiere contar con mi apoyo pues no es el poder lo que yo busco -El demonio abrió su mano y generó una pequeña bola de fuego que acabó lanzando sobre la fogata para reavivarla -Además, ¿como pretende que confiemos en usted? Lo único que conocemos de su persona es que le agrada apagar fogatas ajenas sin permiso y que es tan vanidoso que no se digna a sentarse en algo inferior a un trono real -Alexander giró su rostro un instante para mostrarle una sonrisa cómplice a su acompañante femenina -Si desea ganarse nuestra confianza le sugiero que empiece al menos con una disculpa por tal osada interrupción.

-No puedo decir que la inteligencia sea uno de mis puntos fuertes pero tengo la mínima para saber que seguir los consejos de un completo desconocido no es buena idea -Sonreí con un cierto aire de fanfarrón -Quizás seas Dios pero si lo que intentas es ganar adeptos para tu causa deberías bajar de tu pedestal y tener un poco mas respeto por aquellos a los que se lo propones. Como dice el refrán... se cazan mas moscas con miel que con vinagre. En cualquier caso... -Di una soberana patada al hielo que cubrían mis llamas haciendo que se quebrara y el aire nuevo volviera a avivar el fuego -...creo que a nosotros ya puedes darnos por perdidos. ¿Porque no te marchas y así dejas de molestar con tus ganas de apagar la fogata?